Iglesias Patrimoniales de Santiago

Basílica de Los Sacramentinos

La Basílica de los Sacramentinos emerge como un impresionante templo católico en la ciudad de Santiago, destacando tanto por su imponente estructura como por su rica ornamentación, lo que puede inducir a creer que es una reliquia centenaria, aunque en realidad no figura entre las más antiguas de la urbe.

Técnicamente, consiste en dos edificaciones superpuestas: una cripta ubicada bajo tierra y un templo erigido sobre ella, incluso sobresaliendo del nivel de la calle. Este diseño singular obedeció a la necesidad de disponer de un espacio para la celebración de los sacramentos mientras se llevaba a cabo la construcción del templo principal.

Inspirado en el estilo románico bizantino de la iglesia Sacré Coeur de París, este templo fue erigido en hormigón armado, siendo uno de los pioneros en el uso de este material en el país. La cripta, de dimensiones similares al templo superior aunque de menor altura, presenta tres naves con techos abovedados sostenidos por arcos y columnas, iluminados por amplios ventanales laterales.

El templo principal adopta la forma de una cruz latina y consta también de tres naves separadas por arcos y columnas, con techos abovedados y ventanas arqueadas adornadas con vitrales de colores.

Desde el exterior, resalta su imponente cúpula, visible desde el Parque Almagro, flanqueada por las esculturas de ángeles adoradores creadas por el escultor Alirio Pereira, junto con las dos torres de su fachada y el magnífico rosetón, una ventana en forma de flor engalanada con vitrales.

La historia de esta basílica está entrelazada con la iniciativa de María Luisa Lecaros de Marchant, quien gestionó ante la Congregación de los Sacramentinos la fundación de este templo en la ciudad. Tras la llegada de los sacerdotes en 1908 y con el apoyo del Papa Pío X y de generosos benefactores, se adquirieron los terrenos y comenzó su construcción en 1912, bajo la dirección del reconocido arquitecto Ricardo Larraín Bravo.

A lo largo de su historia, la basílica ha enfrentado desafíos, desde la demolición de la cúpula original en 1929 hasta la constante lucha contra la humedad, que ha deteriorado partes de la estructura, en parte debido a trabajos inconclusos que han dejado al descubierto el hormigón, vulnerable ante los embates del tiempo.

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