La Iglesia de La Viñita en Santiago de Chile es un monumento histórico con una narrativa rica y singular, entrelazada con figuras emblemáticas, eventos significativos y una curiosa devoción a la Virgen de Monserrat, que encuentra sus raíces en la época colonial.

Construida en 1834 según el diseño del arquitecto Eusebio Chelli, este templo católico destaca por su robustez, siendo edificado en adobe, un material común de la época, cuyos muros de un metro y sesenta centímetros de espesor han resistido los embates del tiempo. Aunque su diseño pueda parecer austero en comparación con otros templos contemporáneos, se distingue por su imponente torre con campanario, que se conecta con el coro desde el interior.

Aunque pertenece al siglo XIX, la historia de La Viñita se remonta a la época de la conquista española. En aquellos días fundacionales de Santiago, los colonizadores se establecieron en los alrededores del Cerro Blanco, donde Pedro de Valdivia, en calidad de gobernador, asignó los terrenos a su compañera Inés de Suárez. Esta figura histórica mandó erigir una pequeña capilla en honor a la Virgen de Monserrat, de quien era ferviente devota.

Se cuenta que años más tarde, un indígena descubrió una imagen inacabada de la virgen tallada en un árbol, tras un sueño revelador. Este hallazgo inspiró la finalización de la escultura en Lima, dando origen a la devoción a la Virgen de Monserrat en este lugar.

Tras el fallecimiento de Inés de Suárez, los terrenos fueron cedidos a los padres Dominicos, quienes reconstruyeron la capilla en el sitio que hoy ocupa la iglesia. Además de su labor espiritual, los dominicos explotaron la zona como cantera y viñedo, otorgándo el apelativo de “La Viñita”.

La devoción a la Virgen de Monserrat se arraigó en el cerro, donde, durante el siglo XX, los antiguos agujeros y cuevas resultantes de la explotación de la cantera sirvieron de refugio para bandoleros y delincuentes, quienes acudían a la virgen en busca de protección.

La Iglesia de La Viñita trasciende lo religioso para convertirse en un símbolo de apropiación cultural y convivencia entre lo sagrado y lo terrenal. Su historia refleja la identidad cultural y social de la región, dejando una huella indeleble en el tejido histórico de Santiago.