La Huella de las Mujeres en la Ciudad

Palacio Pereira

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Relato en Lengua de Señas Chilenas

El Palacio Pereira, construido a finales del siglo XIX, fue diseñado por el arquitecto francés Lucién Henault. El lujo y ostentación en su construcción, fue lo habitual en una época donde la burguesía minera de provincia llegaba a la capital con el propósito de mostrar su ascenso social y de vincularse con los lugares donde se tomaban las decisiones políticas del país, en tal contexto el Palacio es coherente con el establecimiento de los barrios Brasil-Yungay-República.

El terreno donde se emplaza el palacio fue adquirido por el ministro Luis Pereira en un contexto de transformación urbana y modernización de la ciudad. El Palacio fue diseñado para combinar la vivienda privada con la conexión al espacio público y reflejar el lujo. Cuenta con dos fachadas principales en las calles Huérfanos y San Martín y ocupaba una superficie de 2.741 metros cuadrados.

Con el paso de los años, la ciudad de Santiago experimentó modificaciones significativas, especialmente a mediados del siglo XX, cuando las clases altas se trasladaron rápidamente a la zona oriente debido a las migraciones internas. este crecimiento acelerado de la población y el déficit habitacional, implicó el despoblamiento del centro histórico de Santiago.

En la década de los 60’, el Palacio cobijó durante ocho años al Liceo Nº 3 de niñas Mercedes Marín del Solar y su nombre no es solo uno más. Además de poeta, tenía una gran pasión por la enseñanza femenina, por lo que colaboró muy de cerca con la Sociedad de Instrucción Primaria. Por esta razón, el liceo que lleva su nombre es una expresión de la preocupación de los gobiernos por la educación secundaria femenina, la que se fortalece aún más cuando en 1912 se igualan los planes de estudio para hombres y mujeres. 

En dicho contexto, en el año 1981, Raúl del Río adquirió la propiedad que se encontraba en muy malas condiciones. El inmueble, que había sido sede de distintas reparticiones públicas en la década de los años 70 fue, paulatinamente presentando un nivel de abandono que se agudizó con los efectos del terremoto de 1985. Durante la década de 1990, después del retorno a la democracia, se implementaron planes para repoblar el centro y mejorar la infraestructura vial de la ciudad. Sin embargo, el palacio quedó descontextualizado en medio de esta nueva realidad, lo que dificultó su gestión y mantenimiento para el propietario.

A lo largo de los años, el palacio se convirtió en un “elefante blanco” en la ciudad, sufriendo largas disputas legales entre el Consejo de Monumentos Nacionales y el propietario. Estas componendas mantuvieron el edificio en un estado de daño y abandono el cual parecía no tener una solución.

El Palacio Pereira, a pesar de su apariencia de ruina inminente, fue sometido a estudios que concluyeron que su estructura era recuperable, aunque había sufrido un deterioro debido a la falta de mantenimiento y el robo de elementos clave, se podía recuperar. Fue entonces que el estado adquirió el inmueble y procede a su restauración de la mano de la arquitecta Cecilia Puga. Este buscó combinar la conservación y restauración del edificio con su rehabilitación para nuevos usos. Se consideró importante preservar la condición de ruina como parte de la historia del lugar, recordando que el abandono humano causó su estado actual y que la intervención humana le daría nueva vida. 

Con un equipo multidisciplinario de arqueólogos, arquitectos y restauradores se logró, mediante técnicas de construcción originales y evaluar el daño en las piezas ornamentales y someterlas a tratamientos para su conservación preventiva y reconstruyendo algunas áreas faltantes. Se utilizaron materiales nuevos de un color diferente para diferenciar lo antiguo de lo nuevo, y la ausencia de piezas también se dejó evidente como recordatorio del deterioro. El piso de mármol original se reemplazó por tablas de roble, y se dejó la mampostería al descubierto para resaltar la construcción vernácula. Además, se agregó una estructura de hormigón moderna en el área posterior al patio, que funcionaba como una plaza pública y simbolizaba la reversibilidad de las intervenciones patrimoniales. 

El Palacio Pereira, hoy es un proyecto busca fusionar la ruina pasada con una visión de futuro en diálogo, resaltando la importancia del patrimonio y su proyección hacia adelante. Por ello es un espacio abierto a la comunidad con una cafetería, una sala de lectura, un auditorio y un punto de préstamos de Bibliomas, además de otras dependencias del Ministerio de las Artes, las Culturas y el Patrimonio.

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