Santiago entre Letras

Teatro Municipal de Santiago

Audio Relato

Relato en Lengua de Señas Chilenas

El Teatro Municipal de Santiago ha sido testigo las grandes transformaciones de la ciudad, la aparición y desaparición de los teatros-cines, de la vida aristocrática, de tragedias y de la lucha social, sin perder nunca su capacidad para asombrar a su público en cada presentación con la belleza del espectáculo y el cuidado en la factura de cada uno de sus elementos, los que le otorgan el merecido título de centro cultural más antiguo de Chile. 

Se trata de un edificio de diseño neoclásico francés, que se caracteriza, además de su gran volumen, porque su fachada de dos pisos hacia calle Agustinas presenta un conjunto de arcos que es de uso público, abriendo paso a través de grandes puertas de madera al foyer. En su interior, además del diseño arquitectónico, se encuentra hermoseado por una serie de esculturas entre las que se encuentran prólogo y epílogo, las últimas obras realizadas por el artista nacional Nicanor Plaza. Al interior de la sala principal, la reina de la escena es la enorme lámpara de cristal que cuelga desde su techo y, por cierto, las butacas y palcos a los que se accede mediante pasillos y escaleras que crean la escena necesaria para convertir al Teatro Municipal en la principal ópera nacional. 

Mucho antes de su construcción, este solar fue ocupado por la Real Universidad de San Felipe, la que permitió la formación de los primeros intelectuales del país, al menos, hasta la República cuando esta casa de estudios es cerrada para crear la Universidad de Chile y fue también el lugar donde se imprimió el primer periódico de Chile, llamado Aurora de Chile e iniciativa de Fray Camilo Henríquez. 

El teatro por su parte, nació en 1853 gracias a un decreto ordenado por el presidente Manuel Montt. Para su ejecución fueron contratados el arquitecto Francois Brunet De Baines y el ingeniero Philippe-Auguste Charme de Lisle, sin embargo, la temprana muerte del arquitecto provocó que la obra fuera terminada por Lucien Hénault y el chileno Manuel Aldunate, con una clara influencia francesa. 

Pero la muerte del arquitecto no es la única tragedia de su historia, porque en 1870 un gran incendio afectó fuertemente al edificio. Al ocurrir el incendio producto del desprendimiento del telón sobre la iluminación a gas, sonaron las alarmas, a las que acudieron rápidamente Germán Tenderini y Arturo Villarroel, ambos bomberos de la 6º compañía, con ellos ingresó también Santiago Quintanilla, tramoya del teatro quien los guió hasta la zona del incendio, ellos, solo pudo salvar con vida Arturo Villarroel. En memoria de Germán Tenderini, primer mártir de bomberos y masón, se nombró la calle contigua al Teatro, donde también se levantó un monumento; de Quintanilla, en cambio, apenas tenemos su nombre como recuerdo. 

La reconstrucción del teatro estuvo a cargo del mismo Lucién Henault, por lo que se conservó en gran medida la idea original, aunque se amplió para aumentar su capacidad. La felicidad, duró poco, porque un terrible crimen bañó de sangre el teatro el 1 de julio de 1906, tras el segundo acto de la ópera Poliuto, cuando Eduardo Undurraga García Huidobro terminó con la vida de su ex esposa, Teresa Zañartu Vicuña en el vestíbulo del teatro. En 1908, el escritor Luis Orrego Luco publicó una novela llamada Casa Grande, donde se narraba una historia muy similar a este caso, provocando el enojo de la aristocracia santiaguina que se sintió expuesta en el papel. 

Justo frente al teatro puedes observar y tocar la fuente de los niños, donada por la comunidad argentina residente en Chile para el centenario del país y por calle Tenderini, el busto a Mozart donado a la ciudad por la Gran Logia Chilena. 

En su interior, en cambio, podrás disfrutar de grandes obras del espectáculo con precios accesibles de acuerdo a su calidad y observar su cúpula pintada y la gran lámpara de lágrimas que pende desde su centro.

Cómo llegar

Ir al contenido