Santiago entre Letras / Arquitectura y Ciudad

Barrio Matadero Franklin

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Relato en Lengua de Señas Chilenas

El barrio Matadero, también conocido como Matadero-Franklin, es uno de los sectores más emblemáticos y reconocidos de Santiago. Desde 1847, cuando se estableció el Matadero en la calle Franklin, marcando un hito fundacional en la zona, Antonio Joaquín Vial vendió y donó los terrenos al municipio de Santiago, el cual erigió el recinto destinado al faenamiento, compra y venta de animales, así como la distribución de carnes.

A medida que transcurría el siglo, la apertura de la estación San Diego, con la implementación del tren de circunvalación de Santiago, aportó conectividad al área y fomentó el crecimiento demográfico. El Matadero y sus alrededores se consolidaron como una subdelegación urbana importante, a pesar de su ubicación más alejada del centro de la ciudad.

No obstante, desde sus inicios, el barrio Matadero cargó con el estigma de una mala reputación, en parte debido al tipo de labor desempeñada por los trabajadores del Matadero, quienes fueron percibidos como pendencieros e insensibles al dolor. Este prejuicio se refleja en las crónicas del siglo XIX y principios del XX, donde el lugar llegó a ser denominado la “ciudad de los cuchillos”. El hacinamiento en las viviendas propiciaba la propagación de enfermedades como la viruela, el cólera y la tuberculosis, agravadas por el ancho Zanjón de la Aguada con su caudal desbordado.

En “La mala estrella de Perucho González” de Alberto Romero, se describe el sector, con zaguanes dispersos en calles donde las moscas revolotean alrededor del olor a sangre que emana del Matadero. Las chimeneas de las fábricas humeantes oscurecen el cielo, mientras los desechos son enviados al Zanjón de la Aguada. Un ambiente tabernario entre burdeles infectos y conventillos.

Por otro lado, en la obra de Carlos Sepúlveda Leyton, “Hijuna”, la calle Franklin se convierte en la protagonista, con sus puestos de carbón, cantinas, bodegas y prostíbulos. Y en un entorno donde la fábrica de cartuchos y la penitenciaría emergen como lugares característicos. Así como el Matadero, con sus trabajadores que habitan en conventillos abandonados. En “Hijuna”, el Matadero es aquel sitio que recibe al visitante con una ancha puerta roja, donde una multitud sudorosa y eructante negocia bajo el sol ardiente.

A lo largo de su historia, el barrio Matadero ha experimentado cambios significativos. Tras el cierre del Matadero en la década de los setenta del siglo pasado, surgió un floreciente comercio ambulante, que ya se había manifestado en crisis económicas anteriores, como la de 1929. Este fenómeno sentó las bases para lo que se conoce como el “mercado persa”. En las décadas siguientes, este mercado de abastos popular se trasladó a galpones y experimentó una expansión significativa en los años noventa, convirtiéndose en un vasto mercado que opera todos los días, con una oferta variada y una amplia gama de productos. Durante los fines de semana, este lugar cobra vida con tradiciones de décadas de comercio en las calles y una diversa oferta culinaria que incluye platos típicos chilenos y latinoamericanos.

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