La Catedral de Santiago destaca como el principal templo católico de la ciudad, formando un conjunto arquitectónico significativo junto a la Parroquia El Sagrario y el Palacio Arzobispal.

Con una fachada neoclásica imponente, la Catedral exhibe tres imágenes religiosas prominentes: Santiago Apóstol, patrón de la ciudad; la Virgen María y Santa Rosa de Lima, la primera santa de Latinoamérica. Su diseño original fue diseñado por el arquitecto Joaquín Toesca, reconocido también por su trabajo en el Palacio de la Moneda. Posteriormente, Eusebio Chelli unió la fachada de la Catedral con la Parroquia El Sagrario, mientras que el arquitecto Ignacio Cremonesi añadió las torres en 1889.

A lo largo de su historia, la Catedral ha sido objeto de incendios y reconstrucciones, lo que llevó a modificar su orientación original hacia la calle Catedral, debido a la presencia de un cementerio parroquial en su costado hacia la Plaza de Armas. En su interior reposan las tumbas de figuras relevantes de la historia nacional, como Diego Portales, clave en la creación de la Constitución de 1833, y los hermanos Carrera, entre los cuales destaca Javiera Carrera, líder independentista que sacrificó su vida familiar por la causa.

Investigaciones recientes sugieren que la Catedral fue emplazada en un lugar sagrado para los incas, que ocupaban el valle del Mapocho. Aunque no hay evidencia histórica precisa al respecto, es comprensible que en la iglesia se haya adoptado y adaptado sitios y rituales sagrados preexistentes, como ocurrió en otras regiones de Latinoamérica durante la conquista, con el objetivo de facilitar la conversión de los nativos al cristianismo.

La iglesia desempeñó un papel crucial en la conquista y colonización, actuando como instrumento de la monarquía. La expansión del cristianismo implicaba que los colonizadores debían adherirse a la moral católica para ser ejemplos para los convertidos nativos. En este contexto, se estableció la Inquisición como un medio de supervisión y castigo para los considerados herejes, en aras de homogeneizar la fe en un territorio multicultural. El poder otorgado por la monarquía permitía incluso la excomunión de gobernadores discordantes, resultando en su destitución.

En una ciudad en busca de ritos y apoyo espiritual, la iglesia logró ejercer un dominio efectivo sobre el territorio. A mediados del siglo XIX, la zona semirural de Santiago alberga 20 iglesias y la manzana de la catedral estaba casi totalmente dedicada a instituciones eclesiásticas.