Iglesias Patrimoniales de Santiago

Iglesia Santa Ana

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Relato en Lengua de Señas Chilenas

La iglesia de Santa Ana es un templo cristiano ubicado en el barrio y plaza homónimas. Tanto en la actualidad, como a lo largo de la historia, ha sido un hito importante , porque, al menos hasta fines del siglo XIX, marcó con su gran torre, el límite poniente de la ciudad. 

El templo forma un conjunto con la casa parroquial, ambas fueron construidas en estilo neoclásico, inspirándose en la arquitectura clásica griega, algo que podemos distinguir en su fachada que contiene ocho columnas de estilo dórico, eso quiere decir que su parte superior e inferior, poseen formas sencillas sin grandes adornos. La planta de la iglesia tiene la forma de una cruz latina, por ello, al entrar, podemos encontrar dos capillas, una a cada lado de la nave o estructura central.

La llegada de las huestes de Pedro de Valdivia al norte del Mapocho, a los pies del Apu Wechuraba, marcó el inicio de la instalación de la primera ermita en el naciente reino peninsular. Esta iniciativa fue impulsada por la única mujer que formaba parte de la expedición, Inés de Suárez, quien, al establecerse en Chile, contrajo matrimonio con uno de los militares que acompañaba al fundador de Santiago, Rodrigo Quiroga, quien llegó a ser gobernador de Chile en tres ocasiones.

Siguiendo la tradición de la conquista española, la distribución de extensiones de tierra se realizaba bajo la lógica jurídica de “Mercedes de tierra”, que se concretaba en solares. En 1575, mientras ejercía como gobernador, Rodrigo de Quiroga donó un terreno para la construcción de una ermita dedicada a Santa Ana, la cual estaría acompañada de una plaza conocida como Plaza del Tejar. Este nombre se debía a que en esa zona se fabricaban tejas musleras, utilizadas como materia prima en diversas construcciones, incluyendo la Catedral de Santiago.

Quiroga, quien se dedicó a crear plazas en diferentes lugares de la nueva ciudad, destinó la mitad de la Plaza del Tejar para la construcción de la ermita en honor a Santa Ana, la cual se completó en 1586. Como muchas otras construcciones de esa época, la ermita sufrió los estragos de los terremotos de 1647 y 1730. Su reconstrucción fue un desafío, ya que no se contaba con fondos asegurados, al no pertenecer a una orden religiosa específica. La caridad y las donaciones de los fieles proporcionaron los recursos necesarios.

Sin embargo, la fortuna no sonrió a esta parroquia, ya que enfrentó incendios y otros problemas que dificultaron su establecimiento definitivo. No fue hasta principios del siglo XIX, bajo la influencia del presbítero Vicente Aldunate, que la parroquia comenzó a tomar su forma actual. Aunque no se sabe con certeza quién fue el autor del diseño, se atribuye a Agustín Caballero o Juan José de Goycolea, discípulo de Joaquín Toesca.

Estos fueron los tiempos del gobernador Luis Muñoz de Guzmán, parte de una generación de gobernadores influidos por el “despotismo ilustrado”, que enfatizaban la construcción de obras públicas y la promoción de la cultura. El prestigio del Padre Aldunate y su buena relación con el gobernador permitieron que se asignaran los fondos necesarios para la construcción de la anhelada parroquia Santa Ana. Sin embargo, la guerra de independencia comenzó y los fondos fueron confiscados para necesidades más urgentes.

De esta manera, la obra tuvo que esperar varias décadas hasta que finalmente se inauguró en 1854. La parroquia alberga los archivos parroquiales más antiguos del país, con registros de nacimientos que datan de mediados del siglo XVII. A lo largo de su historia, la parroquia ha experimentado cambios, incluyendo la incorporación del reloj de la Iglesia de La Compañía, que fue destruida en el incendio de 1863.

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